martes, 24 de noviembre de 2009

El Destino De Muchos


DESTINO

Aprendí solo a amar y hoy no puedo aprender a olvidar,
la vida se me va por cada resquicio que dejan las heridas de mi corazón;
siento como erupciona la sangre, ¡calentísima!, al saber que ya te perdí,
mi alma está vacía si no tiene por quien seguir con vida.
La caminata tal vez fue en vano, tal vez la hice en mal tiempo;
el cielo se lleva mis lágrimas sin saber que me hacen tanta falta
y siento caer la lluvia igual que si fuera mi propio dolor caminando hacia el mar.


Ya no están tus ojos negros que fueron hechos para que yo los mirase
y se inundan los míos como tratando de huir de la realidad.
Ya no están tus labios rosas que fueron hechos para soñar cada día con un beso tuyo
y se resecan los míos de sólo pensar en su soledad. Ya no está tu piel cocoa que fue hecha para acariciarla eternamente
y la mía se retuerce y marchita, arrepentida de su letargo. Ya no está la noche de tu pelo ni el suave rumor de viento que lo ondulaba
y el mío se irá haciendo de nieve sin haber compartido contigo su dolor. Ya no está el papel de tu sonrisa donde solía escribir mis poemas
y la mía ha muerto en vida sin que nadie le avisara. Ya no están tus manos lánguidas que pegaban como nubes de algodón
y las mías, trémolas de miedo, saben que no volverán a tocarte. Ya no está ni el mínimo rastro de tu cuerpo. ¿O está tal vez en otra parte?


Lo único que me ha quedado de ti es tu recuerdo inoportuno que aparece y se va al ritmo de mi corazón
y me acompañará hasta que yo muera o tú me mates con la amistad;
hasta que yo pueda entender que tú no me olvidaste, que el que olvidó fue el destino… Que el que te olvidó fue quien más decía amarte…


Que el que te olvidó, fui yo.

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